Ni por todo el salitre del Cantábrico

Un amigo describió estos poemas como «minirelatos con salitre». Me gustó su manera de reseñar lo que no se quiere (ni se debe) explicar. Que las imágenes, los sonidos, los símbolos y las palabras hablen y erijan la historia que cada persona quiera para sí misma. Que lo sutil (o contundente en ocasiones) pueda airearse y dejar tantas ventanas abiertas como preguntas de siempre.

David Lynch explicó en una ocasión uno de sus largometrajes con una frase emblemática (para mí): «Si tienes una imagen en la cabeza, te persigue a lo largo de los días, y sabes cómo suena, ya tienes una película». Lo mismo puede suceder con un poema (en esencia, no en producción, claro). Elegir las palabras y sonidos para describir el cosmos, dar nombre y música a los estados de ánimo y a las cosas, es una manera de estar en el mundo, de reducir monstruos en busca de tranquilidad. Cada cual tiene la suya. Una vez más, hay que elegir.

Las historias suenan aquí heterodoxas. Creo que a estas alturas ya sabemos que